¿Bipartidismo o simple democracia?
Asistimos en estos últimos tiempos a un debate en distintos medios de comunicación, prensa escrita, radio y televisión, protagonizados por distintos intervinientes, periodistas, representantes de partidos políticos minoritarios y opinadores más o menos solventes, dónde parece recurrente el argumento presuntamente ratificado por los resultados de las pasadas elecciones europeas en el sentido de certificar la «muerte del bipartidismo».
Pues me van a perdonar todos ellos, incluso quienes lean estas líneas, pero en contra de toda esta corriente, yo afirmo que en nuestro país, en nuestra joven democracia no hay bipartidismo y que el juego terminológico utilizado en este debate tiene mas de interés morboso que de verdad.
Me explico. El bipartidismo como tal sistema político nació tras la revolución francesa. La tradición anglosajona es el ejemplo actual más evidente. De esta forma se establecía, y hasta nuestros días se mantiene, una configuración electoral parlamentaria en la que sólo dos partidos se disputaban el poder, esto es, los ciudadanos solo podían elegir una de dos opciones. Las minorías no tenían sitio y se excluía por tanto cualquier otra posibilidad de elección de tal suerte que una u otra facción, normalmente antagónicas en lo ideológico, asumían el poder en función de la voluntad, eso sí, democrática de los electores en cuestión.
Esto es el bipartidismo puro.
En nuestro país, aunque en algún momento de nuestra historia hubo un bipartidismo similar al que antes describíamos, en la democracia instaurada tras la Constitución de 1978 se estableció un sistema parlamentario abierto a la participación de distintos partidos, con una leyes electorales estatales y autonómicas que aún determinando umbrales mínimos de representación parlamentaria suponen la libre concurrencia a cualquier proceso electoral. Sin ir más lejos, en esta últimas elecciones europeas ha habido más de cuarenta candidaturas a conseguir un escaño en el Parlamento Europeo.
Nuestra tradición electoral en los últimos treinta años demuestra que salvando los períodos en los que ha habido mayorías absolutas de los partidos tradicionalmente más apoyados por la sociedad, la gobernabilidad del Estado o de muchas de las Comunidades Autónomas, incluso de muchos Ayuntamientos, ha dependido del apoyo de los partidos minoritarios incluso en algún caso de ideología nacionalista, condicionando así el devenir de la acción política del partido mayoritario que no obtenía la mayoría suficiente para gobernar en solitario.
Tras estas argumentaciones, vuelvo al objeto de esta reflexión, el reiterado argumento de la ruptura de bipartidismo. En mi opinión, este argumento tienen más que ver con esa reciente moda, crisis por medio, de arremeter contra la tradición democrática española plasmada en los dos partidos que han sido alternativa real de gobierno, azuzada casualmente por los partidos minoritarios que no pueden obtener una mayoría suficiente y pretenden hacerse un hueco en el corazón de los electores señalando a dicho «bipartidismo» férreo como el culpable, como si de una dictadura se tratará, que de una realidad política y conceptual que se sostenga medianamente.
Terminando, si los dos partidos que han gobernando este país han llegado a esas cotas, sólo se debe a que los eligieron los ciudadanos con su voto, directo, libre y secreto. Tan respetable es el voto de estos dos partidos como el recibido por cada una de las cuarenta candidaturas que han concurrido a las elecciones europeas por ser el ejemplo más cercano.
No, no hay bipartidismo, hay tradición, hay una determinada cultura política, ideología ciudadana que se ve reflejada mayoritariamente en esos dos partidos, pero sobre todo hay democracia, pura y simplemente. Dicho esto, que nadie me malinterprete. Respeto profundamente a quienes han concurrido a estas elecciones y han obtenido representación sin una tradición política de partido, entiendo la desilusión de los ciudadanos, acepto el castigo infringido a los que gobernamos y no resolvemos sus problemas, y afirmo que si no interiorizamos el mensaje de las urnas, si no captamos el sentir ciudadano, la tradición política española cambiará y los partidos minoritarios cobrarán el protagonismo suficiente, confirmando así la tesis que sostenemos, esto es, que nuestro sistema multipartidista permite que los ciudadanos decidan en cada momento quien les representa y quien no, quien tiene la mayoría y quien no. Democracia.
*Artículo publicado en el diario LaVerdad de Murcia el 13 de Junio de 2014
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